Llueve en Buenos Aires, y la lluvia tiene la virtud de tranquilizarnos y transportarnos a otras lluvias, a otros tiempos.
¿Quien de ustedes, mis queridos contemporáneos no hizo alguna vez un barquito de papel?
En cuanto caía la primera gota, buscábamos
una revista vieja, porque sabíamos por experiencia que los que estaban
hechos de papel de diario se hundían enseguida, con la advertencia de
las mamás de no tocar la última "Radiolandia", ya que las revistas
"Hogar" y "Labores" estaban absolutamente prohibidas para esos
menesteres.
Las mejores tormentas eran las de verano,
porque caía mucha agua de golpe, que llenaba la calle de vereda a
vereda y terminaban enseguida, duraban poco tiempo, y al acumular
mucha agua, la diversión duraba mucho más, porque la calle se
desagotaba lentamente.
Había dos "modelos": Uno con capota y otro sin capota. Los más hábiles los hacían con capota, y los principiantes sin ella.
En cuanto caía la primera gota, brotábamos de las puertas de nuestras casas dispuestos a poner nuestra pequeña flota en acción.
No sé cómo hacíamos, pero cada uno de nosotros conocía perfectamente los navíos de su propiedad.
Para los competitivos, la cuestión se
limitaba a ver cual barquichuelo llegaba primero. Para las pequeñas
románticas, lo principal era ver en desempeño de las insignificantes
naves.
Verlas flotar, caer en
algún remolino y salir airosa, seguir luchando con la embravecida
corriente de ese minúsculo océano, sucumbir contra los fiordos en que
se habían transformado los cordones de las veredas, seguir
adelante......... e irremediablemente desaparecer en el gigantesco
remolino que se formaba en la alcantarilla.
Gracias papá, por haberme enseñado a hacer barquitos de papel.
Gracias papá, por haberme enseñado a hacer barquitos de papel.
Por Norma Olga Casalnuovo
http://www.recuerdos.mivillaortuzar.com.ar
0 comentarios:
Publicar un comentario
Su comentario será leído y moderado en cuanto encuentre mis lentes. Muchas gracias.